sábado, 15 de abril de 2017

SIETE CATEGORÍAS EN EL EJERCICIO DEL PERIODISMO EN VENEZUELA



     
                          

            Siempre se me ha hecho difícil trabajar categorizaciones más aún, si se refieren a personas o a su cultura. Pero en las circunstancias actuales, atendiendo a mi vocación docente y a la formación de comunicador, me propongo plantear algunas como ejercicio: 

            En una primera categoría están ubicados los periodistas que sustentan la razón de ser de esta profesión en Venezuela. Aquí agrupo a profesionales con profundas convicciones sociales, ideológicas y políticas. Estos escriben y argumentan a favor del poder político desde una marcada ideologización del estado o, por el contrario, en torno a la inviabilidad de una nación estatizada y a un pensamiento hegemónico. En esta primera categoría  están los que sienten la vocación, los que evitan los adjetivos vacíos, los dogmas, la retórica, los que contribuyen a consolidar las bases de sus respectivos campos de acción.

            En una segunda categoría coloco a los que piensan de una manera, pero están obligados a escribir o a decir lo contrario porque de eso viven.. En ellos existe un vacío de principios, una ausencia temporal de dignidad que lentamente se convierte en una actitud acomodaticia. Son los que dejan de ser “licenciados” para convertirse en “silenciados”. Estos deben bajar la mirada ante amigos, familiares y colegas pues, aunque  aman su profesión el miedo a no tener trabajo los mancilla. En ellos la solución es como un terremoto interno. Levantar la cabeza y tomar una decisión pero cuando ese shock interno no llega, van mutando hacia la siguiente categoría.

 En una tercera me permito agrupar a aquellos que actúan como antenas repetidoras de expresiones provenientes de líneas editoriales obtusas y anacrónicas o de liderazgos desconectados de la realidad. Este comunicador ya no está allí por el sustento sino por ser alguien en la historia. Este individuo copia ademanes, entonaciones, gestos, desplantes de líderes sordos a la voz de los millones de emisores de un mensaje que no entienden. Tal vez en esta categoría existen deficiencias de identidad. La mimesis es su razón de ser. Aquí están los que carecen de ideas propias y muestran un grave problema ético. quienes la integran son los señalados por la historia como cabezas visibles de sus bandos a través de la memoria indeleble de la cultura digital.

           
         
            
 En una cuarta categoría pudiera incluir a los que, en nombre de la comunicación social, generan un foco de corrupción, un “negocio rentable” y voltean su mirada hacia otro horizonte ante la emergencia de una nación que busca una luz al final del túnel. Estos tienen un terrible problema moral. En su caso no existe solución pronta, son perros de asalto al erario público. Actúan en el anonimato o de muy bajo perfil y tienen absoluta claridad en sus intenciones de diluir su ego en la riqueza mal habida. 

           
        
   Una quinta categoría está conformada por el periodista-imagen. En ellos el ego se levanta por encima de la verdad. Ingresó a la carrera como estrategia de comercialización de su rostrocidad. Es un generador indetenible de situaciones en las que solo él tiene una verdad que le dará sus 15 minutos de fama. Definen la audiencia como una abstracción social y miden el éxito en número de seguidores. Los sucesos son un telón de fondo para su conducta de pasarela. Para los que conforman esta categoría, la entrevista no es un género sino una oportunidad de mostrarse como invitado por lo que estudia cuidadosamente su lenguaje corporal, su vestuario, su dicción. Ellos ejercen la profesión para sí mismos. Y Juegan a ser víctimas si eso les asegura su dosis de exposición mediática para calmar si adicción.

            En la sexta categoría coloco a los disociados, aquellos sin convicciones, sin argumentos, sin ideología y cuyo músculo es visceral. Los que conforman esta categoría presentan un vacío espiritual que confunden con ideología. En su inmensa mayoría hacen gala de su pobreza intelectual. En ellos el resentimiento y el odio por el adversario convertido en enemigo sólo puede saciarse con sangre. Para los miembros de esta categoría los muertos son “bajas” y no “ciudadanos”. Su escaso control de la ira los convierte en casos patológicos en los que la proyección de la culpa hace que todos los errores sean externos a él. En estos casos, por lo general, confunden comunicación con exacerbación. Su actividad en las redes es extrema y obsesiva no por razones de ego ni por razones económicas, sino por ser una vía de escape a sus compulsiones.

ilustración tomada de MKTred
Tomada de MKTred
          
            En la séptima categoría están los que revisten el mayor peligro. Los que toman la comunicación por asalto y desean colaborar con una u otra causa utilizando todo lo que llega al campo de su mirada y lo comparten, lo distribuyen y lo hipertextualizan sin tomarse el tiempo para verificar la información ni para proveerse de fuentes diversas y confiables. Este “comunicador” de manera inconsciente solo hace de mensajero de laboratorios de guerra psicológica, en los que trabajan individuos adiestrados en los estamentos militares o comunicadores que he descrito en la categoría tercera, cuarta y quinta de esta clasificación. Los que conforman esta categoría son desinformadores y generan el mayor de los daños a la sociedad, pues los productos de su incompetencia alimentan a los disociados, lucra a los corruptos y da argumentos a los repetidores de frases vacías.

            Una vez más afirmo que son las circunstancias las que permiten que emerja una clasificación desde mi escritorio, en el que desde hace años las uso únicamente con fines didácticos y reflexivos.
 
             Si usted quiere jugar al comunicador entienda que en la situación que el país atraviesa la información juega con vidas humanas. Entonces mírese en estas siete categorías. Ubíquese en una de ellas o descubra que tal vez pasea por varias simultáneamente. Es posible que así se consiga con su propia realidad y pueda ayudar a encontrar su propia misión en esta historia

Wilson Prada
“Le tengo rabia al silencio por todo lo que perdí; que no se quede callado quien quiera vivir feliz”
Atahualpa Yupanqui

jueves, 6 de abril de 2017

PORTAFOLIO, REVISION Y VISIONADO: Del saber hacer al saber decir desde lo fotográfico


             La búsqueda de la identidad autoral en el sistema de validación viene acompañada de normas, requisitos y hasta “rituales” que le dan un sentido  formal a lo que producimos como obra. Al llegar a esta encrucijada, una visión más avanzada del lenguaje visual  es requerida para lograr el énfasis y las sutilezas en el mensaje que intentamos compartir.  Por ello, la atención se enfoca en atar los cabos de lo que hasta hace poco estaba en el mundo subjetivo de las  ideas y que ahora comienza a ser  tratado como un texto. Allí, el “saber hacer” ya internalizado desde el aula o la experiencia propia, cede terreno al “saber decir” desde la comprensión del lenguaje fotográfico.
             
              Como vemos, es en ésta etapa en la que se comienza a ver la imagen desde las intenciones; es decir, cuando se entiende que no basta con ejecutar el acto de obturar  y conformar un amplio archivo de fotografías, sino que ese acto es un detonante para  expresar, comentar, argumentar y replantear sus conceptos. Podemos afirmar que en esta acción continuada de la fotograficidad, la temática se consolida y las lecturas se convierten en soporte para la mirada una vez comprendido cómo trabaja el sistema de validación, exhibición, difusión, crítica y comercialización de la imagen.

Visionado.
           En este encuentro con la adultez fotográfica, se desacelera la búsqueda de la originalidad y, aun cuando se muestra el dominio de los procesos, ya el objetivo de la imagen perfecta da paso a la búsqueda de una imagen genuina con una gran carga expresiva. Para muchos fotógrafos comienza un interés introspectivo, reflexivo que los induce a los ciclos teóricos, las convocatorias a residencias y becas al mismo tiempo que los envuelve  en un extenso silencio visual  en el que estudian los eventos a los que se enfrentan y que tienen como requisito  las revisiones y visionados de portafolio; luego, les asalta la duda de si su propuesta  debe ser  revisada y/o validada; pues, si tomamos el asunto desde la forma en que las palabras y su utilización afectan nuestras decisiones; veremos que los verbos validar (Dar fuerza o firmeza a algo, hacerlo válido.) y revisar (ver con atención y cuidado. Someter algo nuevo a examen para corregirlo o repararlo.) tienen, en buena parte de Latinoamérica, implicaciones negativas  por lo que el uso de ellos parece entrar en contradicción con una visión de autosuficiencia muy marcada en el fotógrafo. 


               Durante años, se nos ha vendido el modelo de individuo libre en el sentido de quien no sigue reglas, acuerdos, consensos ni observaciones por lo que los términos validar y revisar tienden a ser sinónimos de intromisión y, en el peor de los casos, de imposición. Esta resistencia a la validación y revisión pertenece a una etapa que el fotógrafo debe superar en sus primeros niveles de estudio si pretende participar en las convocatorias a muestras, exhibiciones o concursos en los que un jurado (visto como tal desde las credenciales necesarias) o grupo colegiado tome una decisión al respecto. 

           Una vez superadas las acepciones negativas vale la pena preguntarse: ¿Debo asistir a una revisión o a un visionado?  Eso es lo que parece no estar claro en muchos de nuestros encuentros y es en lo que pretendemos ahondar en este texto; decimos esto porque se hace necesario discutir en cuanto a la pertinencia y coherencia de la revisión o el visionado con la actividad que enmarca el acto de presentación de portafolios. Sería entonces interesante, proponer algunas definiciones de términos a fin de aportar elementos para su discusión.

            Dado que el primer paso para participar en una de estas actividades es el portafolio, trataremos de avanzar en este texto con distintos acercamientos al corpus de trabajo desde su presentación como objeto-obra, (palpable, físico, tangible y multisensorial) hasta llegar al e-portfolio de características visibles mas no tangibles y con el que, de algún modo, sacrificamos lo sensorial en pro de la  extraordinaria capacidad de  difusión  en el entorno de la fotografia desmaterializada. 

            Definir el portafolio en nuestro campo, se convierte en un atrevimiento dado los distintos y opuestos puntos de vista a los que tenemos que enfrentarnos, así como a la escasa teoría en lo que respecta a este como parte del proceso creativo Afirmo esto, por la  diferencia que existe con la extensa teorización sobre su definición como instrumento de seguimiento y evaluación en áreas como educación, finanzas o mercadeo en los que autores como Coromina, Klenowski, Ibarra, Bullock o Hawk,  han hecho importantes avances en su clasificación y fines. Para ello, utilizaremos como punto de partida, lo que un portafolio aparentemente “no es” para acercarnos luego a lo que pudiera ser.

              Partiendo de los distintos trabajos clasificatorios, el portafolio fotográfico puede enmarcarse desde el origen anglosajón de la palabra “portfolio” (Conjunto de fotografías o grabados de diferentes clases que forman un tomo o volumen encuadernable) y no desde el francés “portefeuille” (especie de cartera de mano que se utiliza para llevar papeles, libros y cosas semejantes) dado que el primero se refiere al conjunto de productos mientras, el segundo, se refiere al contenedor de ellos. Si tomamos en cuenta esa diferencia, la palabra adecuada sería portfolio o portafolio. De aceptar esta premisa, podemos afirmar que un portafolio fotográfico no es una cantidad de material recolectado y dispuesto en un contenedor  sin intenciones, fines o audiencias determinadas; de ser así, se convierte en un conjunto de imágenes inconexas con motivaciones diversas con una variedad de técnicas y formatos y, si nos remitiéramos a clasificaciones ya en desuso, pudiéramos decir: con  imágenes pertenecientes a distintos “géneros”.

               Por antagonismo pudiéramos definir entonces el portafolio  como un corpus con criterios previamente establecidos en el que, en algunos casos, se presentan trabajos en ejecución para su evaluación, revisión o tutoría mientras que en otros, se presentan  como un  conjunto de obras para su validación, difusión, comercialización o conservación.
       
            Para comprender  las diferencias en sus fines u objetivos Intentaremos  una breve clasificación a partir de términos utilizados por autores como de Bullock y Hawk (2000) y los adaptaremos a nuestro campo fotográfico haciendo a la vez, algunos anexos.

Portafolio en proceso:
              Este portafolio tiene como característica principal ser un borrador, un acercamiento. En este primer caso se muestran los avances en el desarrollo de un tema así como en el manejo de los procesos. Es un punto de partida para discutir aspectos técnicos y teóricos  a fin de comenzar a definir asuntos temáticos, estilísticos, estéticos en alguna propuesta o conocer los alcances obtenidos durante asignaciones. Podemos decir que su revisión tiene  un carácter formativo y su presentación pudiera estar destinada a docentes, grupos de intercambio y/o fotógrafos más avanzados.
Revisión de portafolio en proceso












Portafolio de obra
             Aun cuando Bullock y Hawk lo definen como portafolio de productos; en nuestro caso lo nombramos como “portafolio de obra”. Este consiste en un corpus donde se muestran los resultados del trabajo fotográfico con un discurso visual coherente y enmarcado en una determinada estética. Éste portafolio dialoga con su audiencia y es consistente en todos los pasos de su proceso creativo por lo que implica un acto reflexivo en el campo del lenguaje y la representación. Éste portafolio está destinado a curadores, críticos, jurados, galeristas, investigadores, productores, marchantes, entre otras personas que conforman el sistema del arte. Se trata de trabajos relevantes en la vida del autor así que, por lo general, su presentación pretende cerrar ciclos de investigación. En él se muestra la capacidad expresiva, la interpretación del mundo que lo rodea, su manejo de la técnica, su definición de estilo, su aporte estético y más importante aún, su riesgo en este momento histórico. Este portafolio está acompañado de una memoria conceptual y del currículo del autor.


 portafolio de obra
           Tomando en cuenta los fines expresados en su convocatoria, Podemos decir que la presentación de un portafolio de obra tiene como fin la validación, confrontación, exhibición y/o mercadeo de las imágenes. Este tipo de portafolio es en el que hoy día se experimenta en sus formas de presentación y por ello, debería tener todas las libertades posibles en el marco de la relación entre la fotografia como imagen y las distintas fusiones que experimenta con otros lenguajes contemporáneos.

Portafolio de muestra o de trabajos.
            En otros casos el fotógrafo compite en el campo laboral demostrando su versatilidad en el dominio de técnicas y temas para potenciar el mercadeo de sus productos; por ello presenta un conjunto de imágenes de cuidadoso acabado en el que demuestra sus capacidades profesionales  en los distintos géneros.

Portafolio digital  o  e-portfolio     
              Es innegable la evolución del portafolio digital en las revisiones y visionados desde los años 90´ sin embargo, el e-portfolio tiene escasas definiciones. Una característica de ellos sería que es un conjunto de imágenes sin cuerpo físico  y de alta visibilidad o difusión aunque reducido en su capacidad de estimulación sensorial y de las formas de presentación en cuanto a formato y dimensiones. Este portafolio digital o e-portfolio permite su almacenamiento sin costo alguno lo que permite establecer importantes bancos de datos que más adelante sirven para hacer análisis comparativos de distintos momentos estéticos así como el intercambio de temas y propuestas entre curadores  par como ver la evolución de algunos autores.

            
             El e-portfolio es muy usado para fines de selección o revisión y cada vez más, para su visionado (en este último caso, en modo presencial). El autor siempre debe atender con antelación asuntos como calibración de monitores, adecuación del formato, resolución, sonido si lo requiere, compatibilidad, velocidad de transmisión, entre otros factores propios del medio. 

Características del portafolio en su estructura:

             Como hemos podido observar, el primero parece estar enfocado al proceso, el segundo y tercero a la obra mientras el ultimo por su versatilidad abarca a todos ellos. Como es de suponerse, en los cuatro tipos de portafolio antes descritos los acabados son distintos y por supuesto, también lo son  sus fines y sus audiencias.

            Cualquiera de los  portafolios antes presentados puede ser elaborado en función de las distintas categorías discursivas tales como: obra única, fotosecuencia, serie, ensayo o instalación y aunque sin ser una condición sine qua non, no es recomendable la combinación de estas.

                Ya que el portafolio de obra acompaña al autor durante toda su carrera, independientemente de su estilo, genero o tema, el proceso de elaboración del mismo debe iniciarse como un hábito de taller  y  como  además se supone que éste es la muestra de su evolución como creador ya superados los obstáculos surgidos en las distintas revisiones; sería recomendable, según sea el caso, presentar el último trabajo.

            Esto nos lleva a reflexionar en torno la necesidad de propiciar una cultura del portafolio desde las primeras etapas de formación  a  fin de tomar en cuenta factores tan importantes como el posible cansancio visual causado en el receptor por el exceso de imágenes, así como por la reiteración del mensaje ya sea  por duplicación de elementos, formas compositivas, puntos de vista, uso de la óptica, escala tonal etc. El dinamismo y la necesaria comprensión  en la lectura del corpus de trabajo siempre son afectados por la cantidad de imágenes presentadas por lo que se estima que un conjunto de  fotografías comprendido entre 7 y 20 imágenes es ideal para su lectura. Sin embargo, este número puede variar según la naturaleza del evento de presentación.

            Es importante recordar que el acto de la presentación del portafolio es la culminación de un extenso conjunto de decisiones del autor con relación a escogencia, tratamiento, uso de guardas, conservación, escala tonal, soporte de impresión, etc. por lo que en esta instancia de discusión del corpus, las excusas, los errores, las improvisaciones; quedaron tras la puerta del taller del autor. Cada imagen vista es una afirmación hecha que como en el lenguaje oral o escrito, no puede ser recogida.

Revision o visionado.

                   Una vez establecidas algunas premisas para la discusión en torno al portafolio pasaríamos a tratar de hacer lo mismo con los términos revisión y visionado. Entendemos que las categorizaciones son odiosas cuando pretenden establecer parámetros entre las actividades de nuestro campo fotográfico. La clasificación y la adjetivación son sólo maneras de ordenar el conocimiento; por supuesto, entendemos que en el marco de la movilidad argumentativa de la fotografia en la cultura digital pareciera ser contraproducente catalogar cualquier actividad del medio.

           Tal vez podamos producir un marco teórico que nos lleve a diferencias entre  ambas actividades para no utilizar los término a ciegas convirtiendo la actividad del visionado en una corrección de propuestas incoherentes, así como de presentaciones poco pertinentes a las exigencias de la fotografia contemporánea o, en otros casos,  al perfil que determina la institución que hace la actividad. En este contexto trataremos de diferenciar las dos actividades.

Revisión
            Las afirmaciones hechas en párrafos anteriores nos llevan a reflexionar en torno al termino revisar que alude al estudio minucioso, pausado de algo que está en proceso; algo inconcluso que merece ser guiado, analizado, corregido (aun en contra de la tendencia latinoamericana de no aceptar verbos que remiten a diferenciaciones o jerarquías por méritos o conocimientos; de allí, que, por lo general, el término revisión sea tomado por los estudiantes de fotografia en su acepción peyorativa de subordinación e inferioridad lo que hace que muchos se sientan disminuidos ante la acción revisora).

            Si tomamos en cuenta la condición de trabajo inconcluso, en la revisión se presentan portafolios en proceso ya sea por solicitud de un evaluador docente o por la decisión del autor de buscar evidencias de la evolución de su trabajo. (En este último caso, la revisión genera honorarios profesionales) Es usual en esta etapa corregir aspectos técnicos relativos a impresión, formato, referencias históricas, aportes, antecedentes, etc.

Revisión de e-portafolio

        Quien tiene a su cargo la revisión, propone, recomienda y en algún momento secciona y recompone solo por ejercicio didáctico. Este intercambio entre el autor y el revisor tiene dos modalidades que pueden ser: la revision sincrónica o presencial (lo que incluye la conexión online)  y la revision asincrónica o en ausencia. El proceso de revision amerita un tiempo evaluativo mayor  que por lo general puede alcanzar  una o dos horas docentes (45 a 90 minutos)

Visionado
             visionar se refiere como vimos antes, a productos del área del  cine o la televisión. Sabemos que la naturaleza de estos medios los presenta como producidos en equipos de trabajo, con imágenes en movimiento y que parten de un complejo proceso de pre elaboración en mesa en lo que respecta a guiones, mensajes, códigos, actores e industria, Si ampliamos las fronteras entre ellos e “insertamos” un poco a la fuerza la fotografia que como sabemos es de naturaleza distinta a lo señalado.  pudiéramos pensar que un visionado se refiere a la presentación del portafolio como conjunto culminado. No de trabajo en proceso; es decir que se refiere a la presentación de obras, no de bocetos ni borradores por lo que su llamado a aplicación debe tener muy claros sus objetivos, sus normas de participación, de presentación (que deberían ser siempre sincrónicas) así como sus criterios  de aceptación.

            En el visionado se lee (visualmente) una propuesta y se somete al análisis crítico desde aspectos formales que van desde lo contextual hasta lo enunciativo pasando por los análisis descriptivos y morfológicos. Todo esto aunado a los momentos dinámicos en cada uno de los movimientos estéticos, más aun en el que nos compete en el campo de la fotografia contemporánea y sus constantes desplazamientos e hibridaciones. Por supuesto también se estudia su inserción en el marco curatorial.
           
             Por lo antes expuesto pudiéramos afirmar que el visionado se realizaría a partir del trabajo de amplia expresión sensorial, ya sea  impreso o virtual, o en una proyección pues, en ella se pueden ubicar los aportes que el autor hace en tratamiento de un determinado tema. En muchos casos, se solicita una muestra previa en formato digital para seleccionar el grupo de autores que participará en el visionado. Esta actividad, no tiene como finalidad recomponer discursos ni evaluar procesos; no es una guiatura para reiniciar una temática. En fin, el llamado para el visionado debe estar dirigido a aquellos fotógrafos que por su nivel de comprensión del lo fotográfico, sean capaces de presentar sus propuestas estéticas a través de un portafolio de obra. Para el visionado, el autor debe tener claras sus intenciones en cuanto a sus posibilidades expresivas; además de  conceptos claros de la elaboración de trabajo, independientemente de cuál sea el modo de presentación que elija. En autor debe ser coherente en sus conceptos y sería importante para él,  haber cumplido con revisiones previas para construir un discurso o bien un concepto suficientemente argumentado. Por supuesto que el corpus no puede ser seccionado, dispersado, reformulado o trasformado sin la previa autorización del autor por lo que cualquier acción  que mutile sus códigos va en detrimento de su obra.

            Como observamos, en el visionado se exige coherencia técnica, temática y conceptual. Se especifica el nivel de formación al que está dirigido el evento así como el Curriculum Vitae de quienes tienen a su cargo el visionado, La duración mínima del intercambio es de 20 minutos y la máxima de 30. Se indica la finalidad del visionado en cuanto a difusión, exhibición, catalogación y muestreo y en la mayoría de los casos se indica con anticipación los costos, contactos, horarios, sorteos, entre otros factores importantes. Siempre se recomienda al final del evento el intercambio de ideas y argumentos de las distintas  decisiones en cuanto a la selección o muestreo en el grupo de visionadores.

En conclusión 
            Podemos afirmar que  la revisión es formativa; el visionado, evaluativo; de tal modo que la revisión se da en el plano de la formación académica así como en las etapas de proyectos y trabajos en ejecución, mientras que el visionado se da en plano profesional sobre portafolios que ya están culminados.  En la revisión desde su carácter de propuesta de cambio y adecuación se hace más pertinente la presentación virtual dados los costos que ocasiona el material impreso sin ser definitivo. En la revisión, por su carácter evaluativo y o didáctico el corpus puede ser  desmembrable. Por su parte,  el visionado se  realiza sobre un conjunto de obras que intencionalmente expresan un mensaje a fin de ser exhibido, editado, difundido, premiado, vendido, subastado, confrontado o catalogado. Podemos  pensar entonces que un visionado es el cierre de varias revisiones.

              Es obvio que con la difusión de estos eventos en las redes y la masificación de las actividades se ha desarrollado un mercado de visionados y revisiones que constituyen verdaderas estafas para quien no tome las previsiones de investigar los perfiles y las capacidades de quien tiene a su cargo cualquiera de las dos actividades. Demás está decir que en el caso de visionado existen especialistas por temas, técnicas, géneros y hasta en áreas geográficas lo que hace que el aspirante deba estudiar muy bien la pertinencia de su portafolio en las convocatorias.

            En Latinoamérica se usan indistintamente los términos revisión y visionado; incluso, en algunos casos, se utiliza el primero para denominar el acto de recepción y selección vía web y, el segundo, para la acción de intercambiar opiniones en torno a las imágenes.

Proyección de portafolios

             Es una condición tácita que quien visiona o revisa tiene las credenciales académicas o de experiencia suficientes para evaluar técnica, estética y conceptualmente el corpus presentado en el marco de los caminos que ha tomado la fotografia respecto a su posición en el mundo del arte contemporáneo, ya sea desde lo objetual, lo conceptual, y otras derivaciones del lenguaje fotográfico. Quien asume el rol de visionar ve la fotografia como un hecho cultural, como un medio de comunicación, una forma de expresión que va más allá de los canales, procesos y tendencias. Es alguien abierto a todas las manifestaciones fotográficas, desde la reinterpretación de los procesos iniciales tales como la daguerrotipia hasta las que van en vía de la tecnología de punta en los Smartphone, desde los que ven en la  estenopeica una herramienta hasta los que hacen del land art, el performance o el tableau vivant  maneras de armar sus discursos. Alguien capaz de disfrutar desde la pureza de la plata en gelatina hasta las instalaciones. Alguien que, independientemente de su edad, pueda comprender los distintos movimientos estéticos por los que ha pasado la fotografia y, sobre todo, los que en este momento vivimos. Como puede verse, el nivel de quien tiene a su cargo el visionado, implica también un costo en honorarios profesionales que muchas veces  en un alto porcentaje, es asumido por las instituciones.

(Nota) En lo que sí parece haber un  acuerdo tácito es que el término visionado no se utiliza para la presentación de portafolios de artes en general sino sólo aquellos que se enmarcan en representaciones relacionadas con el cine, la televisión o el video; para el resto, se utiliza el término revisión en cuanto a portafolio del artista se refiere.

Referencias

Bullock y Hawk (2000) lo que define un portafolio son cuatro componentes básicos:
 Corominas, E. (2000). “¿Entramos en la era portafolios?”. Bordón, 52 (4), 509- 521
Rodríguez Espinar, S. (1997). “El portafolios ¿modelo de evaluación o simple historial del alumno?”. En H. Salmerón (coord.), Diagnosticar en Educación (pp. 183-199). Granada: FETE-UGT.;
Gairín Sállán, Joaquín (et al) Nuevas funciones de la evaluación. Conocimiento Educativo. Serie: Aula Permanente. España: Ministerio de Educación, 2009.
Ibarra, M.S. (1997). “El portafolio como estrategia de diagnóstico en Secundaria”. En H. Salmerón (coord.), Diagnosticar en Educación. Granada: FETE-UGT.
Mateo, Joan. Medición y evaluación educativa. España: La Muralla, 2008.
Padilla Carmona, María Teresa. Técnicas e instrumentos para el diagnóstico y la evaluación educativa.  Madrid: CCS, 2002.
Val Klenowski. Maira Solé.  Reseña de "Desarrollo de portafolios para el aprendizaje y la evaluación" de ; Educere 2009 .