martes, 23 de enero de 2018

MIGUEL MOYA Y “MACUQUITA DE ORIGEN Y SANGRE AFRICANA”

       
“La fotografía es, antes que nada, una manera de mirar. No es la mirada misma.”
Susan Sontag

Zona V

            A través de los ojos de Miguel conozco a Rony, las Marías y a Carla, portadoras de sangre con historia de José Leonardo Chirino; ese que, desde la hacienda Macanillas, por los lados de Curimagua, alzó junto a otros su voz y sus puños contra la esclavitud. Por ello, con el tiempo, sus manos empaladas terminaron abarcando la valentía de buena parte de las tierras falconianas. Ese pasado convertido ahora en piel, se presenta en más de 40 imágenes de Miguel Moya que refieren a “Macuquita de origen y sangre africana”

     
            Hace ya 4 meses,  El 15 de septiembre de 2017 que en la sala y oficinas del CENAF se inauguró la exposición individual de este autor, tal vez uno de los documentalistas venezolanos con mayor producción relacionada con las comunidades apartadas de la visión cotidiana del país.




Zona VII       
  
                    Moya  se presenta esta vez con buena parte de su trabajo en un formato de proporciones 1:3, lo que vemos como un cambio importante en la presentación de su obra ya que, aun en las dificultades que caracteriza a esas proporciones, da muestras de un excelente manejo de los aspectos formales de la fotografía.

          
            Para ahondar más en el portafolio me acerqué al blog de este autor, cuya obra reviso habitualmente por su acercamiento genuino a las comunidades y por su compromiso con la imagen. Esa cercanía, me trae a la mente a otros autores de décadas atrás tales como Mariano Díaz, Emilio Guzmán, Daniel Peña, Nelson Sánchez o Álvaro Silva  (por nombrar solo algunos) quienes, aun con sus características muy particulares, coincidieron por el mismo compromiso con la documentación profunda de nuestra población. Una vez recordados estos autores que respondieron con fuerza a su momento estético, debemos considerar que las nuevas propuestas de la visión documental muestran importantes desplazamientos; ello ha  movilizado nuevos criterios y tratamientos tanto temáticos como compositivos. Indudablemente la fotografia documental  se dirige hacía abordajes más autorales y riesgosos así como a construcciones simbólicas más densas lo que, en este caso, podemos encontrar en su portafolio completo que el autor presenta en miguelgarciamoya.blogspot.com, alli el manejo del color y de los paralelismos le permiten ubicarse entre el registro clásico y una interpretación autoral más contemporánea ( sin embargo, esta visión no estuvo representada en la muestra.) 



            Su planteamiento en Macuquita es de carácter ensayístico y expresa un importante intercambio de intenciones  con la comunidad. una vez visto la extension del trabajo me atrevería a afirmar ahora que el riesgo estético es una cercanía al borde de nuestros límites en la búsqueda de un salto en la historia personal, uno en el que nadie sale lastimado por lo que siempre vale la pena el intento.

Zona III

         Extrañamos un texto curatorial así como la identificación de la mayoría de los sujetos; lo primero porque el texto permite un acercamiento desde lo institucional  y, lo segundo, porque afianza la identidad de la comunidad ademas de  permitir la futura documentación de las imágenes.

            Esta es una muestra que  no se debe dejar de ver ya sea en la sala o en el blog del autor. Es una oportunidad de disfrutarla no solo desde lo fotográfico y desde lo educativo, sino porque ella puede servir de inicio para la activación de la galería en la página web del Centro Nacional de Fotografía cuya apertura esperamos desde hace varios años y que dada la promesa del Director del CENAF  debería se una realidad para  febrero de 2018.       

Wilson Prada 









jueves, 18 de enero de 2018

EL INFERNO DE NACHTWEY





      Es necesario que alguien  asuma la responsabilidad de ir a la guerra para mostrar a los demás —a los que se quedan en casa— la naturaleza y el alcance de los peores instintos de la Humanidad.

James Nachtwey

Lo que llega a mis manos es un cuerpo oscuro con letras que apenas pueden ser vistas. Una mirada rápida, abre ante mis ojos el horror de Somalia, Sudan, Rwanda, Zaire como un infierno en el que los ayes y los huesos salientes apenas se cubren de piel teñida de dolor y muerte.  Después del llanto y el sobresalto de este primer encuentro, Bosnia, Chechenia Kosovo inundan mis ojos y se convierten en un nido de palas mecánicas que empujan, elevan y desechan cuerpos humanos como si de nieve en la calle se tratara.



Somalia

INFERNO no es solo un libro; es un boquete para asomarse a la deshonra de la especie humana, uno que marca la diferencia con el otro inferno: el de Dante, porque el de la divina comedia surgía de la imaginación convertida en  palabra;  el de Nachtwey, es un registro en el que tenemos la certeza de que cada ser vivo o muerto, cada mirada que implora, cada disparo, grieta, escombro; estuvo ante la cámara para afianzar el carácter indéxico de la imagen fotográfica.

Este libro no es  para corazones blandos, tampoco para fanáticos de leyes divinas pues, allí se puede dudar de cualquier “dios” así como de cualquier excusa. Es un libro donde la esperanza parece estar oculta tras la contratapa negada a prestar su mirada en la lectura; pero también es un libro que nos ubica en lo que somos como especie y nos hace mirar nuestra sociedad quejosa como un inmenso sinsentido: un falso cielo en el que se nos enseña desde los primeros pasos que ser alguien, tener algo y mostrar las etiquetas del mercado, nos convierten en ángeles que ocultan una existencia efímera haciéndonos voltear la mirada para no presenciar la realidad de las otras tres cuartas partes del mundo.   


Somalia
Chechenia
James Nachtwey reitera su mensaje visual de tal forma que, en algún momento, anula la respuesta del lector; de pronto sabes que en la próxima página encontrarás otro cuerpo famélico que aún se mueve por inercia. Aun así, esa repetición hace que cada fotografia se convierta en el cincel que horada el alma de aquellos que se creen duros y capaces de enfrentar el horror con una cámara encima con la misma actitud con la que enfrentan un viaje a Venecia. 

Con este libro que describo, la paradoja también llega de visita. Se acuesta con pose de maja vestida de alhajas en las mismas redes en las que INFERNO muta; por ello, esta publicación ha pasado de ser un corpus para la reflexión en torno a los contrastes creados desde las abismales diferencias entre la opulencia de una parte del mundo y el hambre o la muerte de otra. Todo esto  para convertirse al final en  objeto del mercadeo que sirve de columna a esta realidad dolorosa de la guerra. un mercado en el que un ejemplar firmado por el autor, se subasta en grandes sumas y así, alguien más puede presumir su posesión en su sala de estar; tal vez la misma sala de quien vende las armas, los diamantes y los sueños de los sobrevivientes de este holocausto.

Rwanda
P.D.: Quiero agradecer a Jesús Ochoa (de quien en cada ocasión aprendo otros ángulos de la fotografia documental)  por colocarlo en mis manos y permitirme la calma para repasar sus páginas.


miércoles, 3 de enero de 2018

CLAUDIO PERNA Y LA GEOGRAFÍA COMO DETONANTE DE UNA FOTOGRAFÍA CONCEPTUAL


Cuando el artista regresa de su largo viaje hay que escuchar con mucha atención a sus mensajes
Claudio Perna

Zona VII

El atrevimiento y el riesgo hicieron su habitáculo en la sala Juan Germán Roscio de la Biblioteca Nacional desde el 31 de agosto de 2017. Desde entonces, la hiperactiva visión de Claudio Perna (1938-1997) envuelve a quienes aún vivimos el asombro de su ausencia.















          Al ingresar a la sala, vale la pena detenerse en el hermoso texto de Slady Loaiza “los lugares de la utopía” pues, a través de él, nos plantea esta como “...una construcción simbólica capaz de imaginar y construir nuevos modelos de mundo como alternativa al orden establecido.” allí, nos hace ver que el arte y los proyectos éticos, por fortuna siguen siendo los lugares de la utopía y se enfrentan a un tiempo en el que las otras actividades del hombre carecen de ella.
Son varios los escenarios recreados museográficamente para mantener esa atmósfera que caracterizo a Perna siempre  rodeado  de archivos, proyectores,  catálogos; todo desde un aula poblada de pupitres en la que podemos ver cómo las ideas que emanaban del estudio de la geografía y su relación con lo humano, pudieron convertirse en palabras sobre las pizarras para entender que una cámara fotográfica  es solo un dispositivo para la captura; lo demás, es mirar, interpretar, construir, proponer intercambiar  mensajes, es decir:  decidir sobre lo capturado.

En un aparte de la sala, su habitación protegida por entidades mágico-religiosas nos permite comprender el espacio del pensamiento, el amor y el sueño del artista.  Claudio se confronta con la mirada ajena desde lo intimo, lo domestico, lo profesional y lo espiritual;  desde allí, como siempre lo hizo,  permite la co-creación de una obra.


Claudio Perna 20-40 Archivo vivo y memoria es un encuentro con cientos de copias, diapositivas, escritos, intervenciones, además de archivos, anotaciones e instalaciones que  hacen de esta exposición, un espacio para repensar la imagen y, aún más allá, repensar la interpretación de nuestra idea de existencia en la naturaleza. Claudio nos invita a unir ciencia, arte, razonamiento y sentimiento.

Zona V

Esta exposición  que  permanecerá hasta este el 18 de febrero  es una oportunidad para quienes, aun 35 años después, no aceptan su “locura” y se encierran en la negación  a aceptar que  al ubicar la obra de este artista  en el contexto actual, se puede entender de manera clara  su obsesión con ser parte del tiempo: ese que le tocó vivir, uno que respondía a importantes confrontaciones estéticas mientras gran parte de la fotografía nacional  no terminaba de desarroparse en su letargo modernista. Tal vez esa obsesión, lo llevó a problematizarlo, interpretarlo y en algunos casos, desbordarlo. 
Después de ver y estudiar esa relación Geografía -Tiempo- fotografía,  la interrogante que nos surge es: ¿hemos entendido el nuestro? por ello volvemos a 2016 y unimos la iniciativa de la Biblioteca Nacional con  actividades anteriores relacionadas con Claudio Perna, lo que nos coloca en perspectiva para comprender lo valioso y afortunado que fue el homenaje que ese año le hiciera la organización del Festival Meridafoto. Recordamos que a través de la convocatoria de untalclaudioperna  nos acercamos a su legado a través de la palabra, obra y presencia del hoy desaparecido Fernando Carrizales.



Ahora, ante la  intensa conexión de Claudio con la geografía, nos hacemos eco de Loaiza cuando expresa: “... es traerlo con la imagen de su obra que nos hace leerlo una y mil veces: unas para contemplarlo, otras para comprenderlo, pero sin duda, todas para disfrutarlo."

Zona III


Claudio Perna 20-40 (20 años de la desaparición del artista y 40 de la fundación del archivo Audiovisual) es un viaje a los inicios de nuestra fotografía conceptual, pero también un paseo por las distintas maneras de  descomponer el esfuerzo de muchos de los que trabajaron en ella gracias a la  lentitud en el funcionamiento institucional.  Lamentablemente, debemos señalar el descuido en el que se encuentra la sala luego de 100 días de inaugurada; proyectores descompuestos que no permiten ver la obra Urbano-rural (estudio del paisaje venezolano)  que  recoge en su diaporama más importante

Por otra parte, fotografías y paneles despegados, luces quemadas,  imágenes  desprendidas de sus soportes en las vitrinas.  En fin, esperamos que siendo Perna uno de los fundadores del Archivo Audiovisual de la Biblioteca Nacional (uno  de los más importantes de Latinoamérica)  se atiendan estos detalles de conservación y difusión  para lo que queda de esta importantísima muestra hasta febrero de 2018.