jueves, 18 de enero de 2018

EL INFERNO DE NACHTWEY





      Es necesario que alguien  asuma la responsabilidad de ir a la guerra para mostrar a los demás —a los que se quedan en casa— la naturaleza y el alcance de los peores instintos de la Humanidad.

James Nachtwey

Lo que llega a mis manos es un cuerpo oscuro con letras que apenas pueden ser vistas. Una mirada rápida, abre ante mis ojos el horror de Somalia, Sudan, Rwanda, Zaire como un infierno en el que los ayes y los huesos salientes apenas se cubren de piel teñida de dolor y muerte.  Después del llanto y el sobresalto de este primer encuentro, Bosnia, Chechenia Kosovo inundan mis ojos y se convierten en un nido de palas mecánicas que empujan, elevan y desechan cuerpos humanos como si de nieve en la calle se tratara.



Somalia

INFERNO no es solo un libro; es un boquete para asomarse a la deshonra de la especie humana, uno que marca la diferencia con el otro inferno: el de Dante, porque el de la divina comedia surgía de la imaginación convertida en  palabra;  el de Nachtwey, es un registro en el que tenemos la certeza de que cada ser vivo o muerto, cada mirada que implora, cada disparo, grieta, escombro; estuvo ante la cámara para afianzar el carácter indéxico de la imagen fotográfica.

Este libro no es  para corazones blandos, tampoco para fanáticos de leyes divinas pues, allí se puede dudar de cualquier “dios” así como de cualquier excusa. Es un libro donde la esperanza parece estar oculta tras la contratapa negada a prestar su mirada en la lectura; pero también es un libro que nos ubica en lo que somos como especie y nos hace mirar nuestra sociedad quejosa como un inmenso sinsentido: un falso cielo en el que se nos enseña desde los primeros pasos que ser alguien, tener algo y mostrar las etiquetas del mercado, nos convierten en ángeles que ocultan una existencia efímera haciéndonos voltear la mirada para no presenciar la realidad de las otras tres cuartas partes del mundo.   


Somalia
Chechenia
James Nachtwey reitera su mensaje visual de tal forma que, en algún momento, anula la respuesta del lector; de pronto sabes que en la próxima página encontrarás otro cuerpo famélico que aún se mueve por inercia. Aun así, esa repetición hace que cada fotografia se convierta en el cincel que horada el alma de aquellos que se creen duros y capaces de enfrentar el horror con una cámara encima con la misma actitud con la que enfrentan un viaje a Venecia. 

Con este libro que describo, la paradoja también llega de visita. Se acuesta con pose de maja vestida de alhajas en las mismas redes en las que INFERNO muta; por ello, esta publicación ha pasado de ser un corpus para la reflexión en torno a los contrastes creados desde las abismales diferencias entre la opulencia de una parte del mundo y el hambre o la muerte de otra. Todo esto  para convertirse al final en  objeto del mercadeo que sirve de columna a esta realidad dolorosa de la guerra. un mercado en el que un ejemplar firmado por el autor, se subasta en grandes sumas y así, alguien más puede presumir su posesión en su sala de estar; tal vez la misma sala de quien vende las armas, los diamantes y los sueños de los sobrevivientes de este holocausto.

Rwanda
P.D.: Quiero agradecer a Jesús Ochoa (de quien en cada ocasión aprendo otros ángulos de la fotografia documental)  por colocarlo en mis manos y permitirme la calma para repasar sus páginas.


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