Mirar a André
Kertész en " El doble de una vida."
El
Museo de Arte del Banco República de Bogotá es el escenario en el que
André Kertész se instala a conversar a través de sus imágenes que se ven
potenciadas en una excelente museografía. Desde sus primeras visiones se
siente la quebradura de una composición que hasta la primera década del siglo XX
mantenía a la fotografía en una pugna entre pictorialistas y secesionistas. Una
confrontación que, ya sea por razones geográficas, ya sea por su adolescencia o
por su formación en la informalidad de la experiencia propia, no contaminó
su naciente pasión por la relación entre la luz y la geometría por lo que mantuvo
una mirada virginal que tocó de manera tangencial las diferentes
manifestaciones estéticas y los movimientos que de ellas nacieron.
La
segunda década del siglo XX lo lleva a las trincheras de la I Guerra Mundial pero
ya va unido en alma a una pequeña cámara de formato 5x6 cm que le permite variar
continuamente su posición ante el objeto y su estudio por la forma. El formato
de su cámara es determinante en su mirada pues, como muchos fotógrafos jóvenes
de ese momento histórico, deja atrás los pesados equipos que eluden la instantaneidad
y la frescura de la fotografía para iniciar una estrecha relación con la línea y
el sujeto que caracterizan su estilo. Tal vez por eso y por su convicción de
alma libre Kertész es más sentimiento, más expresividad, que sus antecesores. Siempre
en el mundo del arte, mostró un carácter
férreo ante el sistema al tiempo que cambiaba radicalmente a un espíritu
cargado de poesía visual tras la cámara que, para los 30´ se había reducido a una Leica como
instrumento de trabajo.
Kertész
fue una especie de eterno rebelde que hacía de cada irrespeto editorial un motivo
para la confrontación sin aceptar jamás la rendición como una posibilidad lo que
le llevó a una carrera llena de altibajos. por esta actitud afianzó un estilo y carácter que afectó
profundamente la visión de otros importantes Fotógrafos como Robert Capa, Henry
Cartier Bresson, Brassai o décadas después
a Josef Koudelka. Eso
es lo que definitivamente comparte esta
muestra con el espectador-lector. 189 obras presentes en la sala resumen 70
años de creación con sus respectivos silencios y renacimientos. En ellas podemos
apreciar “nadador sobre el agua” (1917), el retrato de Magda Forstner como “Bailarina
burlesca”, (1926), “las manos de Paul Arma”, “las gafas y la pipa de Mondriant”
(1928).
Por otra parte, a lo largo de la sala están dispuestas sus etapas húngara, francesa y americana así como el resultado de su paso por las más importantes publicaciones de los años 30'. Obviamente, para quienes disfrutamos de las rupturas de los paradigmas de la fotografía, esta es una muestra trascendental; un encuentro con imágenes que desviaron el curso de la historia de la composición. “El doble de una vida” es un espacio para la docencia; no es una muestra para ver en un sólo recorrido. La exposición estará allí hasta el 09 de junio de 2016 para revisitarla como a una amante y compartir horas de encuentro con cada una de las etapas de la evolución y madurez de la obra de Kertész.
Por otra parte, a lo largo de la sala están dispuestas sus etapas húngara, francesa y americana así como el resultado de su paso por las más importantes publicaciones de los años 30'. Obviamente, para quienes disfrutamos de las rupturas de los paradigmas de la fotografía, esta es una muestra trascendental; un encuentro con imágenes que desviaron el curso de la historia de la composición. “El doble de una vida” es un espacio para la docencia; no es una muestra para ver en un sólo recorrido. La exposición estará allí hasta el 09 de junio de 2016 para revisitarla como a una amante y compartir horas de encuentro con cada una de las etapas de la evolución y madurez de la obra de Kertész.
Tal
y como expresa el catálogo de esta selección organizada por Jeu De Paume "Cada
toma es sincera, fiel y profunda, hasta el punto que toda fotografía suya
parece ser el doble perfecto de la presencia tangible del su autor pues lo real
y la ficción se mezclan en una sola obra. El hombre-Fotógrafo se encuentra
entero en su fotógrafa, que es tanto una toma (una extracción o procedencia)
como una proyección de sí mismo."
Wilson Prada
*Gracias
A Cecilia Serrano y a Álvaro Díaz por compartir la grata conversación en torno
a la imagen.
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