I
Ahora estoy parado frente
a mi última fotografía; un paisaje al que decidí instalarle una reja de cabilla
sin estrías, una reja que puedo tocar. Allí apoyo mis manos y miro hacia afuera
o… ¿tal vez hacia adentro? En realidad no sé de qué lado estoy, de todos modos
da igual, es como una prisión bidireccional sólo que de aquí para allá todo se
ve inmóvil. ¡Claro! a fin de cuentas es una fotografía; ni modo que las cosas
se movieran con todo y nube; pero, de allá para acá estoy yo, tratando de
contradecir una figeza. Igual observo unos instantes para no confrontarme
conmigo mismo y lo que veo es un intranjero que intenta recuperar su sentido de
pertenencia.
En la sala los espectadores se
extrañan por la reja; parecen verdugos malhablados y torpes. Algunos dicen: ¿será
que este pendejo cree que le van a robar esa vaina?; otros más perdidos
comentan: Este sí que le echó bolas pa´ conseguir cabillas y electrodos –más
atrás susurran- Seguro que las bachaqueó
con algún sargento. Eso ocurre porque hemos implantado un estúpido aprendizaje
callejero que hace que cada quien se explique las cosas sólo por la forma, el
cascarón, la latonería. ¿Será que sólo yo me siento prisionero?
II
Todo esto ha sucedido después de su
ausencia. Las velas con peticiones a San Judas Tadeo se acabaron, por eso ya no
espero que suene el teléfono, ni calculo cuál será el precio del rescate. Ahora
que no está, soy más yo Y menos tribu. Su abrupta ausencia me dejó una libertad
que sólo se compara con el hipertrofiado sentido del “yo te lo dije” de Mario,
quien no tarda ni un segundo en esbozar esa sonrisa de vencedor y, como
siempre, en su tartamudeo me estruja en la cara “yo-yo yo te lo dije”.
Mario -mi maestro- un
italo-margariteño ahora gringo-afrancesado me regañaba con su complicado
tartamudeo. Al analizar mis fotografías me gritaba: di-dime lo que quieras
pe-pero dímelo sin altavoces que lo deformen. Luego agregaba: Yo so-soy gago
pero levanto q-que jode porque sé decir las vainas sin i- i- intermediarios y
si-si-siempre soy yo; pero, ¿¡tú co-como que eres gago de los ojos!? ¿Nunca puedes mi-mirar completo?
Gracias a él y a sus análisis de aquellos años, he comprendido el espacio como signo y ahora
escribo sobre ese vacío con mis convicciones; pero no es para que cada vez que
me encuentre reafirme como un GIF su victoria tartamuda.
III
Muchas veces en mi vida de fotógrafo me
sentí como en un espacio reducido, miraba por la cuadrícula y siempre me parecía que
faltaban cosas que quería incluir en una
sola imagen. Por ello me hice paisajista mientras mi vida transcurría en Santa
Ana del Norte, en Margarita. En ese pueblo, de una sola mirada veía desde la
entrada hasta la iglesia y casi todo era verde y blanco con uno que otro toque
de azul que se colaba desde el cielo hasta las puertas altas de las casas
viejas, luego iba al mar y me extasiaba
con sus horizontes llenos de nubes descarriadas. Tal vez porque soñaba tanto
con la amplitud, decidí que fuera parte de mi modo de vida. Un día, lejos de la escuela de fotografía,
lejos de Mario que me tenía atragantado de silabas y de su cacofonía permanente.
Me aventuré a otras experiencias: visité la ciudad, las avenidas, las tiendas
del puerto libre y allí, a través del cristal de un centro comercial vi a ese
otro ser que comenzó a volverse una
obsesión en mi cerebro. Cada dos días pasaba por esa vitrina e intercambiábamos
miradas. De veras que me hubiese gustado que fuera “ella” pero no fue así. Tanto
insistí en el encuentro que terminé en mi habitación envuelto en una extraña
relación con quien a pesar de aparentar 21 sólo alcanzaba 17 lo que se me
antojaba más prohibido aun.
Poco a poco nos atrapamos mutuamente, sé que él
necesitaba de mi cuerpo como su faltante y yo de su manera de mirar. Él
transformaba mi relación con todo lo que me rodeaba; tanto así que llegó a tomar mi identidad. Yo sólo comprendía el
mundo a través de él, pues, poco a poco comenzó a mostrarse como un mago que colocaba en mis ojos su antifaz y me hacía ver
como por telepatía esa fuerza compositiva que andaba buscando. Por supuesto que
el asombro me invadió día tras día su energía me inyectaba seguridad, emoción.
Ser dos contra el mundo te hace olvidar que mueres de a poco en las aceras tras
la búsqueda de una bolsa llena de miserias. Esa evasión nos llevó a ser el uno
para el otro. Así, hicimos una llave, una dupla, un tú pa´ mi y yo pa´ ti, una
especie de uña y mugre que reía y disfrutaba cada paisaje que hacía. Hablo en
primera o tercera persona porque da lo mismo; al fin y al cabo habíamos
abandonado el plural para fundirnos en una sola identidad.
obra de Denis Dubois 2012 |
IV
Con el paso del tiempo, sentí algunas
incomodidades; bueno, normales en toda pareja. Sí, me di cuenta que mi otro yo
sólo esperaba aquellos días de nubes rasgadas o pinceladas en el horizonte. De
resto se hacía el "Willimeis" como decimos en esta tierra. Se hacía el paisa y
pretendía quedarse dormido en su extraña bolsa de dormir individual, negra y personalizada.
Desde mi espacio pasaba largas horas contemplándolo; pues aun cuando sus
facciones eran dulces y hermosas como las de un actor escogido para una
película le gustaba dormir de la manera más simple en su sleeping back.
Si no es porque casi siempre fue mi otro
yo silencioso, no le hubiera soportado sus esporádicos escándalos cuando me indicaba dónde estaba el asombro. Todo a través de él era magnifico,
espectacular, a veces indescriptible; pero de resto, en mi soledad, mi visión del mundo era como demasiado triste.
Con el tiempo su presencia se volvió como un psicotrópico, no comprendía la
vida sin él y comencé a consentirlo llenándolo de caricias a cada vuelta de aventuras y permitiéndole dormir en su bolsa siempre
limpia y mullida.
Mario, por su parte, me hacía comentarios
insidiosos y toscos al referirse a esa relación que muchos no aprobaban. Él argumentaba
que no debía permitirme que mis fotografías no
fuesen sino registros de un derrape de alegría y belleza inducido por ese
estafador, e ilusionista. Yo creo que los celos hacían su parte pues, desde que
hice mi yunta con el de la cama negra, comencé a alejarme de todos los que no
tenían la dicha de esa compañía.
¿Fui feliz? sí, ¿y…? ¿Cuál es el
problema?
Ya hace dos meses que no compartimos ni
siquiera un cielo. Su cama esta vacía. ¡Este país es una vaina seria!. Una vez
detuve mi carro ante una luz roja y ¡PAW! Una pistola glock se asomó por la
ventana mirándome con su orificio oscuro. Se acercó con violencia y cuando volteé quedó su boca en el medio de mis ojos. en un instante tuve
esa sensación de mareo que produce el hilito en la frente para quitar el hipo.
Ese túnel me miraba con tanta seriedad que sentí que el mundo me daba vueltas.
Sin embargo, hasta en un momento tan perturbador ese afán de ampliar la mirada se adueñó de mi
aunque busque su milagroso apoyo ya él ya había sido sacado del carro a la fuerza por la otra ventana. Ya no éramos
dos en uno. Me habían extirpado una parte importante de mi ser, de repente, volví en mi, logré enfocar; más allá del arma vi una mano
adornada de uñas sucias, una manga, un brazo, un tipo, una moto, un cielo, una
nube. Quise meter en el cuadro, edificios, calles, transeúntes, quise polarizar esa imagen y hacerla mía! pero ¡qué va!, la realidad era otra: del
coñazo en la frente se me fue la luz con todo y recibo. Mis anteojos saltaron
chillando y pidiendo auxilio como un perrito pateado. Por un momento creí escuchar
a Mario que tartamudeaba pi-pi-pi- pero
era el sensor de la puerta que había
quedado abierta.
Todo terminó ese día en un
chasquido de obturador; desde entonces, no he tenido noticias de sus captores. El
golpe en la frente dejó este pequeño
hundidito en la piel rodeado a cada lado de dos labiecitos así como una
chuchita en miniatura que ahora acaricio como el chamo aquel del diente roto.
Desde allí no vi más a mi otro yo. creo que fue secuestrado. no sé si él fue
golpeado desconozco si desfiguraron su
delicada presencia o, peor aún, si fue esclavizado y prostituido a la fuerza o
vendido como una basura a algún traficante. Durante muchos días no logré pensar en una fotografía si no estaba él.
Me sentí inútil, vacío; pero ahora, sin él, veo el mundo
más mío.
VI
Hoy vino Mario. Al llegar a la
puerta me dijo con una risita burlona. que te-te parece la vi-vida sin él? ¿viste
que eres el mismo wu-wu-wuevon de
siempre? ¿Vi-viste que sólo hacías fo-fotos bonitas
por lo que él causaba en tu estado de ánimo?
¿vi-viste que suplantaba tu mirada?. ¿Comprendes ahora que so-solo
estabas enamorado de su manera de ampliar tus horizontes pa-pa-para hacerte
creer un fo-fotógrafo genio?. No cabe duda que lo amabas po-porque transformaba
ese mundo que no eras capaz de-de interpretar sino de deformar. por eso todo se te hacía
i-i-interesante, extraño, si-singular, sorprendente. Era como tener e-el hombre
elefante asomado en cada recuadro. Era como adaptarle tu archivo a la mu-mujer
barbuda del circo para que viviera en tu
pc. ¡To-todos exclaman Waaaooooo! Y expresan, líneas más, líneas menos, lo
brutal que eres; pero no es gracias a ti pa- pajúo, sino a
él, pues esa es su naturaleza. Él era showman, vanidoso, he llegado a pensar que un
poco gigoló.
-Pero Mario, yo….-intente interrumpirlo-
Eh-Eh sheee ¡de-déjame terminar
no-nojoda! –gritó- Ve-ve-velo desde lo fo-fotográfico. Ahora
que lo sacas de tu vida ya las nubes no se lanzan co-como flechas hacia el
centro de tus ojos, ya la-la tridimensionalidad es un ilusión. ¿Viste que-que-que
la hiperfocal era sólo un recurso y n-n-no-no un modo de vida?. ¿Te diste
cuenta que esa po-polarización natural de su mirada era solo un espejismo que
te hizo sentir amado por tus fa-fa-fans?.
Ve-ven acá. mira la camita de gomaespuma
negra ya vacía y dime si eres capaz de construir tu mu-mundo a través de tu
propio lenguaje lleno de signos que expresen esta co-cotidianidad que te hiere. !Dale gracias al tipo de la pistola!, sólo
él pudo arrancarte ese gra-gra-gran angular que se había adueñado de tus ojos. No
dejes que otro 17 milímetros te robe la
mirada. !comprate un 35.!
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